<p>Diez días antes de quitarse la vida con cianuro en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires Horacio Quiroga le escribía el 9 de febrero de 1937 a su amigo Ezequiel Martínez Estrada:</p><p><br></p><p>Querido Estrada: (...) veo que su ánimo corre parejo con el mío. Ando con una depresión muy fuerte motivada por el atraso en mi precaria salud....</p><p><br></p><p>Así comienza la última carta Correspondencia con Horacio Quiroga enviada por este unos días antes de su suicidio a Ezequiel Martínez Estrada. Desde su retiro en plena naturaleza en la Cuenca del Plata Quiroga encontró en Estrada un confidente ―un hermano― con quien compartir y desahogarse.</p><p>Aquí aparecen cuestiones de índole práctico cuitas sentimentales agobio económico reflexiones acerca de la música y la literatura... Todo ello va aflorando en unas misivas conmovedoras ―escritas entre el 19 de agosto de 1934 y el 9 de febrero de 1937.</p><p>Palpita en ellas la soledad la estrecha economía y las frustraciones de Quiroga durante los postreros años de su intensa vida. Antecede a las cartas un ensayo basado en las mismas. Su título El hermano Quiroga anuncia el retrato íntimo que hace Estrada de un ser humano esencial y descivilizado.</p><p>Con él sintió compartir</p><p><br></p><p>una hermandad de sangre una afinidad espiritual y una identidad de ser y de destino como solo se conocen en mitos y leyendas.</p><p><br></p><p>Martínez Estrada fue su corresponsal más frecuente durante la última etapa de su vida. Testimonio de ello es esta Correspondencia con Horacio Quiroga.</p><p><br></p><p>No creo que en la vida de Quiroga como tampoco en la mía haya habido un ser que llenara (mejor dicho: colmara) la necesidad indiscutiblemente instintiva de estar con otro ser sin dejar de estar con uno mismo y solo.</p>
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