En territorios de una ficción ordenada por lenguaje sin ribetes El Día de la Marmota (re)produce su norma escritural: serie infinita de absurdos informados por trazas culturales que explican lo anodino en sujeto (a)político moderno; que indican sin decirlo el nonsense de la realidad. Así pasan/afirman la Muda y sus congéneres (el Albino la Zorra... arquetipos de un hoy actualizado); así suceden/pasan productos culturales cual lienzos del paisaje de una guerra mental: de la música al cine junto a ciertas lecturas puntuales y de culto que dicen de Ezra Pound y F. Nietzsche Burroughs y Kerouac de Bolaño y Zurita. Y ello con el falso-relato de la poesía: frente a las habituales fiorituras de la cubana actual la frialdad de una poética de cuadros; frente a la logomaquia sin garbo ni atributos lo excéntrico de un libro de algoritmo irracional. Moviéndose entre juegos de escritura y bajo la apariencia de non-significanza El Día de la Marmota es casa de Lars Von Trier hipódromo y cannabis. Diclofenaco y metanfetaminas: Disney contra los metafísicos.
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