El regalu d'aldea (1890) es un diálogo chispeante que nos presenta a un rentista charadista de casino que posterga el registro de sus cuentas y recibe la visita de Bastián un aldeano cargado de buenas intenciones y mal pagador que va inventando desgracias hasta convertirse en pedigüeño desaforado colmando así la paciencia de su huésped que asiste al destrozo de su despacho. Con ello se pone en solfa la verdadera naturaleza campesina como se hacía en Fruto en sazón y es al mismo tiempo un buen ejemplo de un costumbrismo muy cercano al Larra de Un castellano viejo. Por otra parte en Los viudos cuyo primer cuadro trascurre en una barbería algo alejada de la villa y con poca clientela su dueño no está teniendo un buen día en un martes de mercado hasta que Xuaco un pelele de la viuda Costancia que presume de ser fiel a su difunta y Antón llegan a las manos. Mientras este barbero que habla con acento indefinido acaba abrazando su asturianía como ocurrirá en Rayo de sol (1914) de Pachín de Melás al reconocerse hijo de Pelayo al que su tierra paga con el olvido y hermano de los patricios Acevedo Lorenzana Toreno Argüelles el marqués de Santa Cruz Riego y Quintana se van urdiendo las pretensiones amorosas de los cuatro viudos que han pasado por la barbería para conquistar a Costancia una viuda que es dueña de un chigre a la que en el segundo cuadro rondan en una competición y demostración de fuerzas pero que acaba con una apelación al público con moraleja incluida en la que también se nos invita como lectores a no juzgar por las apariencias ya que son las que matan honras y conciencias. Por otra parte el dinamismo de ambas obras está garantizado al estar en escritas en un verso muy cercano al monólogo asturiano.
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