En su ensayo The lonely voice el irlandés Frank O'Connor pensó el cuento como la voz solitaria de grupos de población sumergida. El cuento ha sido desterrado a un inframundo donde habitan narradores y lectores raros ermitaños de los bosques de Chéjov Poe Rulfo. En El suplicio de los gatos Nelson Llanes no sólo escribe desde la soledad del cuentista sino que asume un doble desafío. El primero: escribe relatos que se apartan de trillados argumentos. El segundo y no menos importante: asume la escritura como un taller de resonancias en el que múltiples voces (Joyce Kafka Lowry Borges) y técnicas precedentes (cambios de punto de vista del narrador superposición temporal monólogo interior) resuenan en las entrelíneas de su prosa sin jamás ahogar la voz y estilo singulares del autor.
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