<p><strong> EPÍLOGO</strong></p><p> </p><p>El amanecer encontró a <strong>Don May</strong> corriendo una vez más.</p><p>El aire frío golpeaba su rostro pero esta vez no dolía: era una caricia de libertad. Cada paso era un recordatorio de que estaba vivo de que había sobrevivido no solo a la enfermedad sino también a sí mismo.</p><p>Ya no había cámaras ni trofeos ni multitudes gritando su nombre. Solo el sonido de sus zapatillas sobre el asfalto y el latido firme de su corazón.</p><p>Aquel garaje que alguna vez fue su refugio de derrota se había convertido en su templo de renovación. Las pesas de cemento los sacos improvisados y el olor a esfuerzo eran ahora su símbolo de victoria.</p><p><strong>Elsa</strong> lo observaba desde la ventana con una sonrisa tranquila. Había visto al hombre que amaba caer romperse y renacer. Y comprendía que el verdadero amor no está en los días de gloria sino en los silencios compartidos cuando la esperanza parece apagarse.</p><p><strong>Konan</strong> desde el centro de rehabilitación le enviaba cartas breves:</p><p>Sigue peleando campeón.<br>El mundo necesita ver lo que significa levantarse de verdad.</p><p>Don May guardaba esas palabras como medallas invisibles. Porque entendió que no era necesario volver a ser el boxeador de antes; lo importante era convertirse en el hombre que siempre quiso ser.</p><p>El pasado ya no lo perseguía. Lo había perdonado y con ello se había liberado.</p><p>A veces mientras corría al amanecer los niños del barrio lo miraban y lo saludaban:</p><p>-¡Vamos Don May! ¡Usted puede!</p><p>Él respondía con una sonrisa y un gesto de puño cerrado sabiendo que en esos pequeños gritos había algo más que admiración: había fe.</p><p>La vida aquella misma que lo golpeó sin piedad le había dado su última oportunidad... y él la había aprovechado.</p><p>No para ser recordado como un campeón del mundo sino como un hombre que pese a las caídas nunca dejó de pelear por su redención.</p><p>Y mientras el sol se levantaba en el horizonte Don May comprendió la lección final de su historia:</p><p>A veces el mayor triunfo no es ganar... sino aprender a vivir en paz con uno mismo.</p><p> </p><p> <strong> </strong></p><p> </p>
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