Países Bajos

About The Book

<p>Un Titanic holandés que existió dos siglos antes y se hundió también en su primer viaje. Lo que la viuda de Vermeer el gran pintor de <em>La chica de la perla</em> hubiera dado por tener una sola joya cuando enfrentó la pobreza a la muerte de su marido. El tiempo en que Países Bajos tuvo dos monarcas en su territorio. El niño que no quitó el dedo de la fisura de una exclusa y salvó a su país de ser borrado por una inundación. La tecnología más avanzada puesta al servicio de lavar ventanas. La inusitada torpeza del cuidador de una bodega de pólvora que al tropezar vela en mano hizo volar una de las ciudades neerlandesas más bellas. La mítica certeza de que el neerlandés es la legua de Dios. El Nobel neerlandés que perdió la nacionalidad por arrodillarse frente a la reina. Y por supuesto las bicicletas la mariguana las farolas rojas los tulipanes y los molinos.</p><p> </p><p>Estas son entre otras las instantáneas que con habilidad de ensayista curiosidad de viajero e intuición de historiador cultural coloca y relaciona el escritor mexicano Antonio Tenorio para urdir tres crónicas sobre los Países Bajos. La nación que quizá con mayor éxito ha construido una imagen país tan fuerte y atractiva que en cierto sentido ha logrado dejar en un segundo plano sus <em>pecadillos originales</em>: un colonialismo de crueldad suprema tan implacable como lo fuere el Dios de Calvino y la sombra del comercio de esclavos comercio al fin se decía entonces.</p><p> </p><p>Provisto de un lenguaje claro a la vez que literalmente rico que toma distancia intencionalmente de la pesadez de los textos académicos trayecto que se le ofrece al lector resulta en una comprensión más amplia de las paradojas fortalezas contradicciones aportes y determinaciones que ha sorteado el ser neerlandés a lo largo de los últimos cinco siglos en los que a veces parece que la apuesta mayor es lograr establecer una noción de futuro desprovista por entero de pasado. A su manera una oveja Dolly-futuro carente de árbol genealógico o donde este ajuste de cuentas con el pasado en todo caso resulta estar compuesto varios <em>accidentes</em> de mediana relevancia y sobre todo desconectados del presente.</p><p> </p><p>Con tres metáforas enunciadas en el título del libro Antonio Tenorio quien como diplomático vivió con su familia y dos perros en los Países Bajos hace un par de años ha querido trazar las coordenadas principales de su exploración y testimonio sobre los Países Bajos. La relación de su ser con los márgenes ya comerciales ya geográficos; el claroscuro como signo de paradojas y contradicciones; y la lluvia continua como señal de lo que cambia y lo que permanece.</p><p> </p><p>Este libro pues es a un tiempo: una fascinante aventura de historia cultural una invitación a viajar a través de un país en permanente reinvención y un testimonio de quien viviendo entre neerlandés tuvo la curiosidad de tratar de aprender a leerlos en el sentido más amplio del término. El resultado es este volumen tan único en su estilo y concepción como los propios Países Bajos. Descubrirá el lector de paso cuál y dónde esa colina que interrumpe la eterna planicie neerlandesa desde la que el autor forjó en tres crónicas una mirada original y cautivadora de lo neerlandés. </p><p> </p>
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